Con experiencias cotidianas de maltrato o falta de derechos, la vulnerabilidad infantil es un tema que preocupa desde siempre. Y según indican las estadísticas la alarma sigue vigente: en Argentina, el 4,7 % de niñas y adolescentes (menores de 18 años) están casadas o bajo una situación de convivencia con hombres -en su mayoría- de 10 a 15 años mayores que ellas.
Así lo expresa un reciente informe sobre matrimonios y uniones convivenciales infantiles hecho por la Fundación para estudio e investigación de la mujer (FEIM). El estudio, con datos recopilados del censo nacional 2010, vislumbra una realidad que muchos desconocen o interpretan como lejana, pero aún permanece (a fuerza de usanza e historia) arraigada en miles de hogares argentinos.
Las causas de estas uniones son múltiples y remiten no sólo a factores socioeconómicos o culturales, sino también a un componente étnico, tradiciones y prácticas ancestrales.
“Hay áreas y particularmente algunas provincias del NOA y del NEA donde estos matrimonios y uniones están naturalizados. Muchas familias, sociedades y/o culturas consideran que está bien casar o hacer que las niñas y adolescentes cohabiten con hombres adultos. También se dan casos en los cuales se establecen convivencia entre chicas y chicos de la misma edad al, por ejemplo, producirse un embarazo y que ambos decidan seguir adelante con la relación”, explica Mabel Bianco, presidenta de la organización.
¿Cómo son los números en Tucumán? Con una muestra de 114.362 niñas distribuidas en diferentes departamentos, el informe retrató que el 4,3 % de chicas entre 14 y 17 años (4.899) vivía bajo esta situación. Los espacios con mayor influencia de matrimonios infantiles o uniones convivenciales fueron San Miguel de Tucumán (1.685), Cruz Alta (730), Tafí Viejo (391), Chicligasta (263), Lules (255) y Yerba Buena (221).
Los resultados del estudio llevan a reflexionar sobre la injerencia de algunos rituales machistas y forzados que se repiten -sin distinción- en parajes rurales, semirurales y en las grandes zonas urbanas.
“En ciertas zonas la prevalencia de algunas culturas generó la idea de la iniciación sexual de las niñas con algún familiar directo. También existe aún el llamado ‘derecho de pernada’ que le da ese privilegio al dueño del campo en el que trabajan las familias de las niñas. La violación por parte de sus familiares o varones allegados es una práctica que subsiste y debe llamarse así a esta ‘costumbre’ porque no hay consentimiento y es algo impuesto”, explica.
En Argentina
A nivel país, las provincias que reportan una mayor frecuencia en este tipo de vínculos -forzados si una o ambas partes no consienten libremente la unión o se trata de menores de 15- son Misiones (7,2 %), Chaco (6,9 %) y Formosa (6,4 %).
Después le siguen Santa Fe (5,4 %), Entre Ríos (5,4 %), Santiago del Estero (5,3 %), Corrientes (5,3 %) y Salta (5 %).
Al margen de lo que ocurre en nuestro país, la preocupación por estas prácticas se extiende a la región.
A partir de 1980, poco a poco en el mundo se comenzó a registrar un descenso de los matrimonios infantiles. Sin embargo, las cifras permanecen estables desde entonces en América Latina y el Caribe.
Según un reporte del Fondo de población de las Naciones Unidas (FPNU), el 30 % de las mujeres latinoamericanas (de 20 a 49 años) se casaron o convivían con su pareja antes de tener 18. Mientras que un 18% lo hizo antes de cumplir los 15.
Falta de bienestar
El rótulo de las niñas esposas trae aparejado una serie de problemáticas que potencian el ciclo de marginalización y aumentan las posibilidades de sufrir violencia de género, contraer infecciones de transmisión sexual (como el VIH) y limitar su futuro laboral.
También hay una relación causal entre estas uniones tempranas y el embarazo adolescente. Al recopilar información del anuario de la Dirección de Estadísticas e Información en Salud, el estudio de FEIM señala que Tucumán, Entre Ríos, Misiones y Chaco registran los porcentajes más altos de madres menores de 20 años convivientes.
“Hubo casos de niñas que se quedaron embarazadas antes de su primera menstruación. Estas situaciones afectan su salud física y mental, hacen que abandonen los estudios (si es que no lo hicieron antes) y -de conseguir trabajo- las conduce al mercado informal y precarizado”, detalla Bianco. Además, en ocasiones las familias las entregan a esos varones porque ellos les prometen un mejor acceso a la escolaridad y posibilidades que los padres no pueden darles.
En ese proceso puede haber un abandono de los vínculos cercanos (como con los amigos) y aislamiento. Aunque en situaciones de mayor magnitud, los matrimonios infantiles pueden desencadenar en la trata de personas, pedofilia y trabajo sexual.
“Esto puede ocurrir como parte de la violencia de género asociada. La promesa de una vida mejor está en el discurso de los hombres que engañan a esas niñas y a sus familias para tratarlas y/o prostituirlas. Sin embargo, en la investigación no consideramos estas experiencias que son diferentes y especiales”, aclara la médica feminista.
Educación y cambios
Con la modalidad de las uniones infantiles, los abusos sexuales que se cometen (junto a sus posteriores denuncias) quedan bajo la alfombra. ¿El motivo? La noción errónea de que las relaciones son consentidas dado que ocurren en el marco del matrimonio. “La violación dentro del matrimonio o convivencia existe, pero es muy difícil que se reconozca y debemos trabajar sobre esto para que se comprenda. La Justicia es una institución que requiere perspectiva de género. Es importante que la Ley Micaela sea obligatoria para los agentes de todos los niveles y que se aplique con una modalidad de formación y no algo meramente informativo. O sea, la capacitación no debe ser solo un curso con asistencia sino un ámbito de análisis de las propias conductas para modificarlas”, agrega Bianco.